ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- A nadie nos gusta observar las
butacas vacías en un teatro, sin embargo, fueron los grandes empresarios
teatrales quienes despreciaron el esfuerzo
ofrecido de que abrieran unas semanas más sus taquillas cuando se
presentó el primer fallecimiento en México a causa de Covid19, y ahora que se
están presentando más de 55,293 defunciones, y que la CDMX es la entidad con
mayor número de contagios, es que presionan a las autoridades para su apertura
y sin velar por los intereses y por las diferentes necesidades de todos los
tipos de escenarios y modalidades del teatro. Los argumentos principales para
la exigencia de abrir las taquillas, es que los participantes en el escenario tendrían todas las
precauciones sanitarias necesarias, sin
proponer o presentar un manual de
procedimientos al respecto, cuando el
mayor riesgo será para los espectadores. También expresan su preocupación por
los trabajadores teatrales, cuando poco o nada se han preocupado por las
condiciones laborales de los taquilleros, acomodadores, personal de aseo y
otros empleados ligados al teatro y sin
apoyo ni empresarial ni sindical, desde antes de esta pandemia. También se
alega, que las salas de cine ya tienen su apertura, gracias a la presión de
cineastas como Guillermo Del Toro y González Iñàrritu, como si dichos cineastas
sobrevaluados, fueran de mayor peso que un actor teatral como Ignacio López
Tarso, quien prudentemente y a su edad, explora la escenificación virtual ante
la situación sanitaria que nos embarga.
Si los cines han abierto sus
puertas antes que los teatros, ha sido
por una mafia monopólica, compuesta por el poder económico de los Fastlicht y
los Alejandros Ramírez, que se han preocupado más, por la concentración de
poder y la guerra sucia política que por impulsar el arte y a las cintas
mexicanas ante las extranjeras. Es válido obtener ganancias empresariales,
también laborales y también artísticas, y en la situación que nos aqueja,
obtener recursos de subsistencia; lo que no resulta válido, es defender
intereses particulares con la bandera de ser luchador de los intereses
generales, tampoco es válido ser oportunista político, tampoco se justifica la
imprudencia, como tampoco se excluye el grado de responsabilidad del gobierno,
así como de las magno empresas de
espectáculos y de los propios espectadores, que desde antes de la pandemia, no
se han solidarizado en apoyar al teatro en general, ni a otras expresiones
artísticas y actividades del espectáculo, que han tenido que salir adelante con
sus propios recursos y sin los apoyos de dudosa procedencia o los patrocinios y
apoyos políticos con que cuentan las grandes empresas, y que son las gigantes,
las que más airadamente protestan y pierden la calma ante esta contingencia. Se
deben abrir los teatros y debe existir
más que nunca el apoyo periodístico que pocas veces se brinda para las
pequeñas compañías, pero también debe existir una propuesta inteligente y
oportuna para el reinicio de la
actividad teatral, del espectáculo y de la diversión, principalmente nocturna
en México.