martes, 11 de junio de 2019

LA MUJER EN EL CAMPO








La mañana inicia aún con oscuridad para las y los habitantes del campo. El día se hace corto para todo el trabajo que realizan y pocos son los beneficios económicos a cambio de la energía gastada en la faena diaria.
Hay un prejuicio bastante extendido en los sectores urbanos, totalmente alejado de la realidad, que imagina la vida campesina como sembrar maíz, sentarse a esperar que crezca y vivir en la pobreza.  Por el contrario la economía campesina es poliactiva, no es sólo producción de granos básicos o sólo agricultura. Una misma familia campesina también desarrolla actividades en el comercio, en la construcción, en el cuidado familiar, comunitario y ambiental, en la artesanía; el turismo, el arte y los servicios urbanos. Nada hay más dinámico que el campo. Nadie hay más explotado que el campesinado. El trabajo en las fincas, como jornaleros, es una parte de esta dinámica.
En Guatemala, la estructura agraria sigue manteniendo la dañina relación latifundio-minifundio. Alrededor de 400 mil familias campesinas cultivan su producción alimentaria en menos de media manzana de suelo cada una. Pedazo de tierra en el cual llegan a producir no más de la mitad de alimentos que necesita la familia por año. Por esta razón están obligados a buscar completar sus ingresos con la venta de su fuerza de trabajo. Las grandes fincas para la producción de agroexportación son el destino. Ante una gran demanda de trabajo, las fincas han mantenido bajos salarios de forma sistemática e histórica, sin control del Ministerio de Trabajo. . El 92.1% de los jornaleros y peones no recibe ni siquiera el salario mínimo. Es evidente el resultado de esta explotación organizada: 70% de la población rural en Guatemala, es pobre, el 75% de la población indígena es pobre. Uno de cada dos niños en el país sufre desnutrición crónica. El sistema económico que causa esto, sus impulsores y beneficiarios sólo pueden tildarse de criminales. El campesino y la campesina trabajan duramente, otros se aprovechan de ese trabajo.
La vida del jornalero agrícola en grandes fincas de café, caña de azúcar o banano es dura, mal pagada y expuesta a enfermedades severas por el desgaste físico y mental. Recientemente han circulado noticias públicas sobre enfermedades renales crónicas en trabajadores agrícolas de las regiones costeras de Centroamérica. Las consecuencias han llegado hasta la muerte. La enfermedad está asociada a dos causas: a) la exposición a agroquímicos usados en las plantaciones de algodón, caña de azúcar y banano; b) La exposición al sol en largas jornadas de corte y cultivo en estos productos sumado a la  poca hidratación del cuerpo. En suma, el trabajo en estas condiciones no dignifica la vida del jornalero.
Según la Alianza de Mujeres Rurales, las mujeres que son empleadas en las grandes fincas reciben menos salario por igual tiempo de trabajo que el pagado a los hombres y en ocasiones no reciben pago, pues son vistas como ayudantes de los trabajadores. También indican que el abuso y el acoso sexual son cosa diaria en el trabajo. Un aspecto toral en el tema del trabajo agrícola es el reconocer que todos los cuidados y trabajos de las mujeres rurales en casa, no son remunerados por el sistema pero si garantizan que los jornaleros campesinos puedan reponer las energías exprimidas durante el día.

El sistema capitalista promete un futuro sin campesinos, mayor pobreza, alimentos importados en lata, desiertos donde había bosques, sequía donde había ríos. Mientras eso pasa, disfrutemos de la comida hecha con productos frescos del campo guatemalteco, parece que no será para siempre. FUENTE: América Latina en mov.