Nada es anecdótico en la vida de Elsa Punset. Y mucho menos en su trabajo. «La verdad es que no hago diferencias entre vida personal y profesional. Mis libros los inspiran mi día a día, el modo en que resuelvo mis dudas y los retos a los que me enfrento». Su «casa-oficina-laboratorio» equilibra el espíritu de búsqueda que la define. El adjetivo nómada también le gusta. Suena libertario. «Yo tiendo a no acumular. De hecho, en mis mudanzas pierdo muchas cosas por convencimiento. Hasta ahora, que creo que hemos encontrado un verdadero hogar, no cuidaba los detalles porque me gusta el rollo distendido. No soy nada formal».
Muchos cuadros se apoyan en el suelo. Para Punset, la casa, el lugar donde trabajas, «es un reflejo –más que un refugio– de lo que eres y te importa, de tus prioridades». Por eso, junto a la mesa donde escribe («la compré hace años, era el mostrador de una tienda de muebles tiroleses») hay una pequeña estantería con lecturas queridas que suele releer (Jane Austen, Agatha Christie, las memorias de Carl Jung…), un gran ventanal, desde el que se ve un olivo que acaban de plantar en el patio, y la sala de juegos de sus hijas. «Sentir que las personas que quiero están cerca y están bien me da paz para poder centrarme», explica. La puerta del despacho: abierta. MAS EN www.somoselespectador.blogspot.com