Aunque no podemos clasificarlo con un alto nivel de precisión, el instinto creativo es algo que merece una mención especial. No se si “instinto” es la palabra correcta. Usamos el término “instinto creativo” porque este factor se comporta como un instinto. Al igual que el instinto, es compulsivo, pero no es común ni es una organización fija e invariablemente heredada. Por lo tanto, prefiero designar al impulso creativo como un factor psíquico de naturaleza similar al instinto, teniendo realmente una conexión muy estrecha con los instintos, pero sin ser idéntico a ninguno de ellos. Sus conexiones con la sexualidad son un problema muy discutido y, además, tiene mucho en común con el impulso de actividad y el instinto reflexivo. Pero también puede eliminarlos o ponerlos a su servicio hasta la autodestrucción del individuo. La creación es tanto destrucción como construcción.
En consecuencia, desde la perspectiva junguiana, el proceso creativo no es el resultado de la sublimación descrita por Freud, es decir, como compensación a la renuncia de la gratificación instintiva directa. Para Jung, el trabajo creativo y la experiencia visionaria no pueden ser reducidas al inconsciente personal de un individuo, sino que debe ser incluido el inconsciente colectivo.