sábado, 10 de octubre de 2020

DE CORAZON Josè Angel Martìnez

 






ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- El sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador resulta una delicia periodística, cualquier comunicador quiere vivir estos momentos históricos, tal vez más o igual de intensos que los movimientos de independencia, los revolucionarios o los provocados por las leyes de reforma. Sin embargo   los antecedentes de opresión social y educativa como producto del pripresidencialismo de los años setentas y ochentas como un accionar partidista al estilo del porfiriato, y después el control éticoidealista del régimen producto del neoliberalismo en los años noventa y casi las dos  décadas de este siglo XXI, dejaron mermada y en algunos casos inutilizada, la capacidad doctrinaria y práctica del periodismo mexicano, al cual se le arraigó, pertenecer a sociedades del gremio y agrupaciones inútiles pero eso sí, llenas de premiaciones para alimentar el ego de los respetables corruptos ; en donde el chayote también se hizo un vicio consentido,  y en donde no existió la preocupación por revisar el sistema académico y el proceder de las universidades y escuelas de periodismo, quienes regalan  títulos al mejor postor o por el simple hecho de pagar altas colegiaturas. Ni tampoco existió la preocupación por la invasión del monopolio periodístico que al igual que la radio y la televisión, acabó siendo encadenado a unos cuantos amos. Ni el ordenamiento estadounidense que hizo un llamado a que en los últimos años del sexenio de Zedillo y en los sexenios de Fox, Calderón y Peña se hiciera un disimulo de libertad de expresión sin control empresarial,  pudieron traer los ejercicios periodísticos que se viven ahora con las conferencias matutinas que de manera diaria y sobretodo en vivo, brinda el Presidente del país; sin embargo el gremio periodístico no está a la altura de las circunstancias, al estar educado para transcribir boletines, copiar memes y cadenas, bailar al ritmo de la guerra sucia y campañas manipuladoras,  y  para ser criticones y no críticos. Y como muestra de ello,  està la aparición de las notas del corazón en vez de las notas del espectáculo, el comentario direccionado y unánime, en donde se han mutilado las columnas con variación de ideas  y mesas de análisis profundo y de debates para la democratización de la actividad informativa,  y se hace pensar al público que existen hechos únicos y opiniones generalizadas,  con el fin de que sobresalga la mentira. El derecho de réplica que se consolida cuando quien lo ejerce tiene calidad moral, lo ha asumido el actual Presidente, y confronta  a los obreros con pluma y grabadora de las fábricas manipuladoras, a lo que han querido llamar ofensa al periodismo por quienes dejan mucho de ser periodistas, y quienes van subiendo su tono, al grado de  utilizar palabras ofensivas y vulgares como el caso de la expresión emitida por quien se ha vendido como periodista e intelectual, de nombre  Héctor Aguilar Camín, que pertenece al grupo de la vendimia informativa que ya no recibe ingresos a cuenta del erario público. El momento estelar del periodismo ya está servido en la mesa, aunque los comensales no sepan utilizar los cubiertos para saborearlo y devorarlo, lo que es un reflejo de lo lento que resultará la evolución para el  país y la contención de la resistencia progresista.