ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- Analizar el problema de la
delincuencia organizada en México; no es una situación que se pueda realizar a
la ligera, como lo hacen algunas modelos venezolanas que critican al gobierno madurista
desde la comodidad de un penthouse en Nueva York o Santa Fe. La
criminalidad que vive nuestro país, es
algo más que un enfrentamiento legendario entre policías contra ladrones, y la presencia arraigada del narcotráfico
mexicano, o la planeación delictuosa de mandos de seguridad con crímenes
activos de funcionarios y gobernantes acompañados de la complicidad militar.
Resulta claro, desde el inicio del proyecto lópezobradorista de nación, que no
iba a poder disminuir la delincuencia,
tal y como lo ha realizado y ha
destacado, en la abolición al
neoliberalismo, de la corrupción presidencialista y de la defensa de la educación pública, que
tanto quería eliminar el grupo empresarial de Equis González, al igualque la privatización total del sector salud, que
hubiera sido oportunista hacerlo, ante
la pandemia que se ha presentado por el coronavirus, en donde Ricardo Anaya
Cortés de haber llegado a la presidencia, estaría feliz de encabezar tales
privatizaciones,- pero que dentro de la planeación del Presidente López
Obrador, está sobrepasado ante la delincuencia de gran escala, por lo que la
misma seguirá en aumento. México ha perdido su soberanía mediante la invasión
terrorista, tanto de forma real como formal
y cuyo terrorismo no ha querido ser reconocido por el gobierno mexicano; ya que
de hacerlo, se enfrentaría a una intervención militar estadounidense, hasta la
asfixia; lo que también incluye, el control social y económico por parte del
país vecino, quien es el principal distribuidor de armas a México y pieza
fundamental de la licencia criminal, que les fue autorizada por Felipe Calderón
Hinojosa. El desmantelamiento y las habitualidades corruptas de las fuerzas
policiales, no pudieron solucionarse y eliminarse por medio de la Guardia Nacional,
habilitada en el actual sexenio, por lo que el Presidente López Obrador no ha
podido contra los altos índices de criminalidad, ni con la desmilitarización
del país; pero sí, legalizar la intervención de las Fuerzas Armadas, que
estaban atacando a los delincuentes por medio de la ilegalidad. Debemos
considerar que la moralidad es el arma más efectiva contra acciones delictivas
como lo es el terrorismo, y tal instrumento se extravió en anteriores sexenios,
al igual que la educación eficaz; lo que ha traído como consecuencia nuestra
desgracia, reflejada en miles de
muertes, que por mucho, serán mayores a las que pueda ocasionar una pandemia.
Todo un sexenio no podrá alcanzar, para reestructurar el tejido social, ni para
consolidar la eficacia de la persecución del delito; que debe comenzar, por la
eliminación de la impunidad y la reestructuración de las instituciones de capturación del delincuente y de procuración de justicia, que estaban "echadas al diablo",
con magistrados podridos de corruptos, y autoridades como Genaro García Luna,
con mayor asquerosidad que los propios
delincuentes, y con personajes como
Salvador Cienfuegos Zepeda, quien hizo del ejército mexicano, una máquina
intocable, asesina y violadora de los derechos humanos y de los derechos
humanitarios, que son respetados hasta en tiempo de guerra; pero sin que hasta
ahora, se ponga el nombre del nefasto "generalote", en la mesa de los
acusados, como se hace con Fox, Calderón y Peña, cuando nosotros lo hemos
expuesto como corrupto, en nuestros programas de radio, cuando todavía se
encontraba en funciones, al igual que al exprocurador Jesús Murillo Karam; de
los que ya hablabamos de su peligrosidad, y de que en dichos nombres, podría
estar la respuesta a tantos desaparecidos. Un gobierno legítimo y democrático
como lo es el lópezobradorista, podrá dar un paso antineoliberalista con firmeza, pero
difícilmente podrá eliminar al terrorismo y sus consecuencias criminales, que
en el simple intento; ya pueden costarle la vida.