sábado, 10 de octubre de 2020

NADA A LA LIGERA Josè Angel Martìnez Jimènez

 





ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- Analizar el problema de la delincuencia organizada en México; no es una situación que se pueda realizar a la ligera, como lo hacen algunas modelos venezolanas que critican al gobierno madurista desde la comodidad de un penthouse en Nueva York o Santa Fe. La criminalidad  que vive nuestro país, es algo más que un enfrentamiento legendario entre policías contra ladrones,  y la presencia arraigada del narcotráfico mexicano, o la planeación delictuosa de mandos de seguridad con crímenes activos de funcionarios y gobernantes acompañados de la complicidad militar. Resulta claro, desde el inicio del proyecto lópezobradorista de nación,  que no  iba a poder disminuir la delincuencia,  tal y como lo ha realizado y  ha destacado, en  la abolición al neoliberalismo, de la corrupción presidencialista  y de la defensa de la educación pública, que tanto quería eliminar el grupo empresarial de Equis González, al igualque  la privatización total del sector salud, que hubiera sido oportunista hacerlo,  ante la pandemia que se ha presentado por el coronavirus, en donde Ricardo Anaya Cortés de haber llegado a la presidencia, estaría feliz de encabezar tales privatizaciones,- pero que dentro de la planeación del Presidente López Obrador, está sobrepasado ante la delincuencia de gran escala, por lo que la misma seguirá en aumento. México ha perdido su soberanía mediante la invasión terrorista, tanto de forma real  como formal y cuyo terrorismo no ha querido ser reconocido por el gobierno mexicano; ya que de hacerlo, se enfrentaría a una intervención militar estadounidense, hasta la asfixia; lo que también incluye, el control social y económico por parte del país vecino, quien es el principal distribuidor de armas a México y pieza fundamental de la licencia criminal, que les fue autorizada por Felipe Calderón Hinojosa. El desmantelamiento y las habitualidades corruptas de las fuerzas policiales, no pudieron solucionarse y eliminarse por medio de la Guardia Nacional, habilitada en el actual sexenio, por lo que el Presidente López Obrador no ha podido contra los altos índices de criminalidad, ni con la desmilitarización del país; pero sí, legalizar la intervención de las Fuerzas Armadas, que estaban atacando a los delincuentes por medio de la ilegalidad. Debemos considerar que la moralidad es el arma más efectiva contra acciones delictivas como lo es el terrorismo, y tal instrumento se extravió en anteriores sexenios, al igual que la educación eficaz; lo que ha traído como consecuencia nuestra desgracia, reflejada  en miles de muertes, que por mucho, serán mayores a las que pueda ocasionar una pandemia. Todo un sexenio no podrá alcanzar, para reestructurar el tejido social, ni para consolidar la eficacia de la persecución del delito; que debe comenzar, por la eliminación de la impunidad y la reestructuración  de las instituciones de  capturación del delincuente  y de procuración de justicia,  que estaban "echadas al diablo", con magistrados podridos de corruptos, y autoridades como Genaro García Luna, con  mayor asquerosidad que los propios delincuentes, y con personajes  como Salvador Cienfuegos Zepeda, quien hizo del ejército mexicano, una máquina intocable, asesina y violadora de los derechos humanos y de los derechos humanitarios, que son respetados hasta en tiempo de guerra; pero sin que hasta ahora, se ponga el nombre del nefasto "generalote", en la mesa de los acusados, como se hace con Fox, Calderón y Peña, cuando nosotros lo hemos expuesto como corrupto, en nuestros programas de radio, cuando todavía se encontraba en funciones, al igual que al exprocurador Jesús Murillo Karam; de los que ya hablabamos de su peligrosidad, y de que en dichos nombres, podría estar la respuesta a tantos desaparecidos. Un gobierno legítimo y democrático como lo es el lópezobradorista, podrá dar un paso  antineoliberalista con firmeza, pero difícilmente podrá eliminar al terrorismo y sus consecuencias criminales, que en el simple intento; ya pueden costarle la vida.