ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- La credibilidad es el resultado
de diferentes experiencias, en donde una conducta que en principio puede
parecer dudosa, después obtiene sentencia certera a su favor y confiable. La firmeza verdadera
con la que cuenta el actual presidente de México, le resulta suficiente y
bastante para que sus contrarios resistentes con notoria carencia de
credibilidad, no puedan derrocarlo, ni confundir a las opiniones que confían en
su gobierno, que los corruptos señalan con calificativos que son
autodescripciones de quienes los emiten. Así como Ricardo Anaya, en su
denigrante campaña electoral, se quitaba la chamarra panista para ponerse la
perredista y luego a conveniencia inmoral, volverse a poner la blanquiazul; y
que se comportaba como un calcaideas de
López Obrador a quien trató de imitarle sus mañaneras y todo lo que realizaba,
ahora de igual manera, los residentes conservadores a privilegios corruptos, le
hacen de una y otra forma, pero no le encuentran el modo, para que el
lópezobradorismo, no avance en sus cambios políticos y económicos, por lo que
"ningún chile les embona"; ya que de depender de ellos, ya hubieran
violado el Estado de Derecho como acostumbraban o ya hubieran organizado un
magno plantón en Paseo de la Reforma,
que antes tanto criticaban, pero que la justa causa no les alcanza para
hacerlo, ni el número de personas con chalecos amarillos, al tratarse únicamente, de un reducido grupo de clasistas -venidos a
menos-, que con sus carteras rasuradas, imaginan ser valientes confrontadores
al gobierno, como en verdad lo fuimos, quienes ahora apoyamos un régimen de
transformación. Los resistentes disfrazados de oposición, y que juntos no
llenarían las butacas, ni de la zona baja preferente del Estadio Azteca; no les
ha funcionado ni los rumores, ni las noticias falsas, ni sus memes dirigidos a
los calcamentes sin criterio propio y
con acciones repetitivas por reflejo, ni tampoco les han funcionado, la
manipulación empresarial mediante el control informativo. Sus métodos de
siempre, les resultan contraproducentes, y más si son encabezados por los Foxs,
los Calderón, los Javier Lozano, las Xochitl
Gálvez, las Margaritas, los Miguel Ángel Mancera o el propio Anaya;
cuyas medidas de corrupción, rebasan los fraudes del FOBAPROA y de los
AFORES, y que son de mayores
dimensiones que el avión presidencial o la Estela de Luz. Mientras tanto,
roedores como Meade o Barrales, no salen de sus escondites; por su parte, los
Sindicatos, Cámaras, agrupaciones disque empresariales y fundaciones de Damas
de la Caridad, se asfixian ante la nueva política de Estado, basada en la
justicia social, la honradez y la reparación del daño en proceso, que fue
ocasionado por los gobiernos saqueadores anteriores. En plena pandemia, es que
los desesperados por el arrebato de ya
no poder realizar sus fraudes, son los
que también están muy preocupados por las próximas elecciones, y no por adoptar
medidas políticas y económicas que se deberían accionar ante la emergencia
sanitaria que nos embarga; pero prefieren formar estratégias para una guerra
política, que al final se les estrellan, ante sus propios actos y hechos que
han establecido y que han resultado indignos para el pueblo de México y para el
criterio ciudadano que está definido, en aquel concepto, que se denomina:
credibilidad.