sábado, 10 de octubre de 2020

SIGLO XXI Josè Angel Martìnez

 






ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- Para los poco observadores que decían hace veinte años, ante la llegada del año 2000, que no había grandes cambios en el mundo de los que nos narraban historias futuristas; es que no se habían fijado en aquellas  generaciones tecnológicas que  son  resultantes de las actuales y  cuya prácticas  serían  provocadas ante la fabricación de una pandemia, que parece haber sido perfectamente planeada para esta segunda década del siglo XXI, y que entre muchos propósitos geopolíticos y económicos, también cuenta con el objetivo de ejecutar una vida virtualizada  y eliminar a quienes difícilmente podrán adaptarse a ésta, a la que el individuo contemporáneo ha sido entrenado y acoplado. La evidente desaparición del dinero en papel y metal por la moneda electrónica, el uso de los documentos configurados y las reuniones empresariales por enlace de imagen, así como el trato humano por conexión mecanizada,  abren paso de una manera más evidente, a un mundo virtual postguerra pandemial, en donde las habilidades humanas se vuelven homogéneas con pensamientos repetitivos de los memes y los mensajes en textos, que nada saben de tonos y gestos y que pasan por alto, los malos entendidos. El desempeño laboral, la actividad financiera y el comportamiento social que no sabe distinguir directrices éticas, y la actitud robotizada; han atado los sentimientos a un software, cuya única concentración emocional, -ahora será- , el perverso y deficiente servicio del interproveedor o de la red social, así como la competencia en la prontitud interactiva, y la precaución y la detección de acciones bajas, obscenas, frustradas y ocultas de quienes son criminales escondidos en la tecnología y cuyo delito tiene lagunas y deficiencias normativas o no tipificadas. Las décadas recientes nos han entrenado a la dependencia electrónica, a escupir ideas captadas a simple vista, superfluas de ingesta excesiva y sin procesos inductivos y deductivos. Se nos ha querido acostumbrar  a comer viendo la computadora y a desafiar al televisor encendido mientras checamos nuestro teléfono  celular que usamos para ya no hablar. Es claro que también aprovechamos las "benditas" ventajas y comodidades tecnológicas, sin embargo también existe la resistencia que se presentó en el momento de divorciarnos de nuestros aparatos de sonido  caducos o a la tinta por las pilas recargables. También es cierto que todo adelanto hay que agradecerlo, exprimir al máximo sus cosas benéficas y mermar sus consecuencias negativas. Sin embargo existen aspectos de la vida y de la interacción humana a las cuales no pienso renunciar; ya que siempre preferiré hacer uso del dispositivo elaborado de látex, al dispositivo que se compone con un teclado.