ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- Las etapas de la presencia de
una pandemia, pasan desde la incredulidad hasta el pánico. La falta de
credibilidad en las cadenas informativas
y de quienes difunden la información, nos obligan a acudir a la sana
experiencia propia. La enfermedad que está embargando a personas cercanas o
conocidas, serán poco a poco, la prueba testimonial de la presencia del COVID19
en México y en el mundo. Sin embargo la existencia del coronavirus que ataca a todas las clases sociales, sexos,
nacionalidades y razas, de todas las edades y lugar; no implica que todos y
cada uno saldremos contagiados de manera inmediata o mortal, ni que sea el fin
de la especie humana. El ataque de un virus desconocido convierte en inútil a
aspectos de la ciencia pero no a sus estrategias, ni a nuestros anticuerpos ni
al potencial del agua con jabón. La preocupación ante la presencia del nuevo
virus, en todo caso, debería ser menor, ante otros de anterior existencia que
resultan ser de mayor peligrosidad, al igual que otras bacterias y
enfermedades. Existen personas que ya han sido atacados por el coronavirus sin
saberlo, y que lo vencieron sin presentar síntomas. Los que han fallecido por
coronavirus ha sido debido a otras condiciones médicas y personales y no por la
simple presencia del COVID19, pero resulta un hecho que la incertidumbre, el
control mediatizado, las políticas ventajosas y los oportunistas partidistas y
políticos, resultan ser más peligrosos que cualquier enfermedad; por lo que las
determinaciones personales, familiares,estatales, nacionales e internacionales,
que operen de manera social, económica y de salud, resultan de mayor
importancia vital que la presencia del COVID19 por sí sola.